Cuando, pasada la curva, aparece ante mi , me llama la atencion la fuerte personalidad del molino en ruinas, rodeado por los álamos. Empieza mi peregrinar al sitio en búsqueda de esa luz especial. Y por encima de ello, de poderme "comunicar" con el lugar.
A medida que voy extrayendo capas de realidad, percibo que voy me acercandome a la "esencia del sitio". Todo gira alrededor de ese azul intenso que resalta el vano de puertas y ventanas; esa boca que me habla, esos ojos que me miran, esa mirada que me comunica; el "fulcro compositivo" sobre el que reposa la imagen. Voy substrayendo realidad pero el color azul persiste, pervive.
Puedo percibir las ilusiones perdidas. Aquellas que el dueño del edificio, posiblemente su constructor, fue depositando piedra tras piedra, dentro de cada paletada de argamasa. Aquellos momentos felices en un sitio idílico. Aquellos sueños que un dia desaparecieron y cuya ausencia llevó a convertirlo en unas ruinas.
Todo esta depositado en aquel color azul; como si este color fuese el depositario de esta alma, de este sueño, de estas ilusiones. El "fulcro emocional".
Despues de abstraer todo el paisaje, despues de destilar todos los momentos que varias generaciones vivieron junto a un riachuelo, despues de concentrar las emociones, los afectos, las esperanzas, los sueños, las ilusiones vividas, nos quedamos con una intensa mancha azul rodeada de piedras. Y con el susurro de las hojas de esos álamos en el viento, que según las leyendas celtas, llevan las voces de los espíritus.
ES EN ESA CAL TEÑIDA DE AZULETE DONDE REPOSA EL ALMA DEL SITIO.